Fiesta de la realeza de María

Escrito el 21/08/2024
Pablo Ambrosio


El título de María como “Reina del Cielo” ha sido objeto de debate entre teólogos y fieles. Según la tradición católica, este título depende directamente de la realeza de Cristo. Si Cristo no fuera Rey, María no tendría su estatus de Reina, ya que todas sus prerrogativas derivan de su rol como Madre del Hijo de Dios, hecho hombre para la salvación de la humanidad.

A diferencia del rey David, cuyo reino fue terrenal, el reino de Cristo es espiritual y eterno, fundamentado en la verdad, la justicia y la paz, tal como lo mencionan las Escrituras en el Evangelio de Juan y las cartas a los Hebreos y Apocalipsis. En este reino, María ocupa el lugar de Reina, similar a las reinas madres del antiguo Israel, quienes ejercían una influencia notable en las decisiones del reino.

Sin embargo, la realeza de María se manifiesta en el plano espiritual. Su poder no está basado en un trono físico, sino en su virtud y caridad, superando a todas las demás criaturas. Los favores que otorga no son de este mundo, sino gracias espirituales otorgadas por su Hijo Divino, según su voluntad.

El Papa Pío XII, en su encíclica "Ad Caeli Reginam" de 1954, destacó cómo desde los primeros tiempos de la Iglesia, los cristianos han recurrido a María en momentos de crisis, elevando oraciones a la Reina del Cielo. La Iglesia católica enseña que María, coronada en la gloria celestial, reina con el cuidado maternal sobre todo el mundo.

En las Escrituras, específicamente en el Apocalipsis, María es presentada bajo la imagen de una mujer vestida del sol, con una corona de doce estrellas, simbolizando tanto a la Virgen como a la Iglesia. Este pasaje describe la lucha continua contra el Maligno, destacando el papel de María como Reina y protectora en la batalla espiritual que la humanidad enfrenta.

Esta visión de María como Reina no solo refuerza su papel en el plan de salvación, sino que también resalta la fe de los fieles en su intercesión y cuidado maternal.



María fue coronada como Reina del Cielo en el momento de su Asunción, cuando, según la doctrina católica, fue llevada al cielo en cuerpo y alma. En ese instante, recibió la plenitud de la recompensa divina, siendo glorificada tanto en su alma como en su cuerpo, un honor especial para quien dio su naturaleza corporal al Redentor. Este hecho anticipa la perfección que la resurrección general traerá para todos los que cumplan la voluntad de Dios en la Tierra.

La relación entre Dios y María ha suscitado preguntas sobre si Dios tiene una esposa. Sin embargo, la Iglesia aclara que esta unión es de naturaleza espiritual y no carnal. María es llamada Madre de Dios porque dio a luz a una Persona que es divina, y por esa razón es también Reina, en su rol de Madre del Rey, Jesucristo. Los apóstoles y místicos utilizan la metáfora del matrimonio para describir esta profunda unión espiritual, pero no debe confundirse con una relación conyugal terrenal.

Como Reina del Cielo, María es también considerada la Reina de los Ángeles. Este título forma parte de una larga lista de honores, como se menciona en la Letanía de Loreto, donde se la reconoce como Reina de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Vírgenes y de todos los santos, así como Reina de las Familias y de la Paz. Estos títulos refuerzan su lugar preeminente en la jerarquía celestial y su papel protector sobre toda la creación.