Instituida por el Papa Calixto III en 1457 y llegada a El Salvador en 1525, esta festividad incluye el cambio de vestimentas de la imagen de Cristo, pasando del rojo al blanco. Esta imagen, obsequiada por el Emperador Carlos V en la fundación de la Provincia de San Salvador, se conserva hasta hoy en la Catedral Metropolitana.
La identidad salvadoreña está profundamente ligada a su fe en Jesucristo, manifestada en esta celebración nacional del Divino Salvador del Mundo, que coincide con la conmemoración de la Transfiguración del Señor. La imagen actual del Divino Salvador, conocida como ‘Colocho’, fue esculpida en 1777 por Silvestre Antonio García, un devoto terciario de la orden de San Francisco.
Cada 5 de agosto, la imagen es llevada en procesión desde la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús hasta la Catedral Metropolitana, donde se realiza la simbólica transfiguración, cambiando de vestiduras rojas a blancas dentro de una estructura en forma de globo terráqueo. El 6 de agosto, una Misa concelebrada, presidida por el Arzobispo Metropolitano y a la que asisten autoridades estatales y municipales, marca el cierre de las festividades.
La fiesta del Salvador del Mundo, celebrada en El Salvador, tiene su origen bíblico en el relato de la Transfiguración de Jesús, un evento descrito en los Evangelios de Mateo (17:1-9), Marcos (9:2-10) y Lucas (9:28-36).
En este pasaje, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a un monte alto, tradicionalmente identificado como el Monte Tabor. Allí, Jesús se transfigura ante ellos, su rostro brilla como el sol y sus vestiduras se vuelven blancas como la luz. Aparecen Moisés y Elías hablando con Él, y una nube brillante los cubre, de la cual se escucha la voz de Dios diciendo: "Este es mi Hijo amado; escuchadlo".
Este evento es significativo en la fe cristiana porque revela la divinidad de Cristo y prefigura su resurrección y glorificación. La Transfiguración de Jesús es una manifestación de su naturaleza divina y una reafirmación de su misión redentora.
La fiesta del Salvador del Mundo en El Salvador se inspira en este acontecimiento bíblico. La celebración incluye una procesión y la transfiguración simbólica de la imagen del Divino Salvador del Mundo, representando el cambio de vestiduras de Cristo en el monte Tabor.