El Papa: Nuestro valor no depende del éxito, sino de la belleza a los ojos de Dios

Escrito el 21/04/2024
Pablo Ambrosio


El Papa Francisco subraya la importancia de no basar la autoestima en la opinión de los demás o en los logros alcanzados, sino en el amor constante de Dios, que se redescubre diariamente al ponerse en Su presencia. Estas reflexiones se presentaron durante la catequesis del IV Domingo de Pascua, centrada en la figura del Buen Pastor.

El Buen Pastor, como se destaca en el Evangelio de Juan, capítulo 10, no solo comparte la vida con su rebaño, sino que sacrifica su vida por él. Jesús no es simplemente un pastor bueno, sino el Buen Pastor que, por amor a nosotros, sacrificó su vida y, tras resucitar, nos entregó su Espíritu.

En el contexto histórico del tiempo de Jesús, ser pastor implicaba más que un oficio; era una vida dedicada a compartir cada momento con las ovejas, viviendo en simbiosis con ellas. Jesús se distingue de un mercenario, que no se preocupa por las ovejas, ya que Él conoce a cada una de ellas. El Señor nos conoce, nos llama por nuestro nombre y nos busca cuando nos descarriamos.

El amor de Jesús trasciende la mera guía; nos ve como el amor de su vida. Como enfatiza el Papa Francisco, para Cristo cada individuo es importante, insustituible y de un valor infinito, demostrado al dar su vida por nosotros. Es un amor real y profundo, incluso cuando no vemos nuestra propia belleza.

El Papa Francisco dirige su mensaje a aquellos que se sienten inadecuados o equivocados en la sociedad actual. Señala que no debemos medir nuestro valor por los objetivos que alcanzamos o el éxito según el mundo, ni permitir que los juicios de los demás definan nuestro valor. Invita a descubrir el verdadero secreto de la vida: dedicar tiempo diario a la oración y dejarse ver con la mirada amorosa de Dios.

En conclusión, Jesús nos asegura que cada uno de nosotros tiene un valor inmenso y duradero a sus ojos. Para encontrarnos a nosotros mismos, es esencial situarnos en la presencia de Dios y permitirnos ser acogidos y confortados por los amorosos brazos del Buen Pastor.

 

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