Francisco, líder de la Iglesia Católica, insta a enfrentar las luchas internas durante el primer domingo de Cuaresma, comparando las tentaciones con "fieras" que amenazan la libertad del alma. En un discurso ante una multitud en la Plaza de San Pedro, advierte sobre las pasiones descontroladas que dividen y consumen el corazón humano, tales como la codicia y la vanidad. Sin embargo, destaca la importancia de encontrar equilibrio y paz a través de la ayuda divina, representada por los "ángeles" que inspiran pensamientos y sentimientos positivos. Invita a sumergirse en el silencio y la oración para escuchar la voz de Dios y encontrar dirección espiritual. Mientras tanto, anuncia su retiro espiritual junto con la Curia romana, durante el cual se suspenden todas las actividades para dedicarse a la reflexión y la oración. Este llamado a la introspección y la espiritualidad marca el inicio de un período de preparación hacia la Resurrección de Jesucristo, en el cual se invita a todos los fieles a unirse en la búsqueda de la presencia divina.