La leyenda que rodea al Cristo Negro de Esquipulas, con más de 400 años de historia, sigue intrigando a expertos y devotos. Aunque la escultura fue encargada en 1595 por Fray Cristóbal de Morales al escultor Quirio Cataño, su color negro ha sido motivo de especulación durante siglos.
La historia revela que la petición inicial era un crucifijo perfecto para los "indios chortíes de Esquipulas", pero al completar la obra, Cataño sorprendió a todos con un Cristo de color negro. El contrato se descubrió en 1685, desencadenando un siglo de mitos y leyendas en torno a su origen.
Varias teorías han intentado explicar el tono oscuro de la escultura. Algunos sostienen que el Cristo estuvo encerrado en minas o cuevas, mientras otros sugieren que su exposición constante al humo de velas y candelas durante la adoración contribuyó a su ennegrecimiento.
La iglesia, preocupada por la interpretación de la población indígena, argumentó que el color se debía a la exposición al humo de las velas de los devotos. Sin embargo, la imagen resultó tan impactante que tanto la población maya como ladina se sintieron atraídas, superando las preocupaciones iniciales.
Arqueólogos como Samuel Lorhrop y Stephan Borhegyi han propuesto teorías, como la conexión con deidades prehispánicas de la antigua Copán, pero estas han quedado en el ámbito de la especulación.
La relación con Copán, un antiguo lugar sagrado indígena, sugiere que la imagen podría ser un hibridismo de creencias, con el Cristo Negro asimilado a las tradiciones indígenas del grupo Chortí.
Según escritos de Borhegyi, el Cristo Negro podría ser una manifestación precolombina relacionada con el poder curativo de la tierra, extendiéndose esta creencia en la etapa colonial en América.
Esta fama atrajo la creación de otras imágenes similares en diversas regiones, como los Cristos de Tila y Otitlán en Chiapas, cada uno con su propia historia y creencias arraigadas en la población local.
Con información de Guatemala.com
Fotografía de portada: Pablo Ajin
