Leyenda: «La visitante de los Siete Sagrarios»



 Museo Nacional de Historia de Guatemala

Eran buenos tiempos cuando el dinero corría y no había tantos problemas como ahora después de haber comido algo en el último adiós un restaurante don Enrique, salió viendo su reloj de pulsera como calculando el tiempo que tenía por delante como midiendo la noche inmensa sólo para él.

El auto lo había dejado parqueado justamente a un lado de la puerta principal del Cementerio General de la ciudad de Guatemala soplaba un viento tibio del mes de abril de 1945. La puerta de la necrópolis estaba cerrada y solamente un viejo policía, estaba sentado en un banco de madera, adentro todo parecía oscuro y bastante silencio.

A penas y unas luces lejanas se apreciaban al otro lado del barranco. El piloto del taxi cruzó la avenida del cementerio con rumbo a su auto y después de haber metido la llave en la portezuela del timón parsimoniosamente, se sentó en su interior dejando la puerta entreabierta para que el viento llegará ya que el calor era un tanto insoportable.

Sacó de la guantera un paquete de cigarrillo y encendió uno al momento que expelía con fuerza el humo, meditabundo se quedó con la vista fija. El día no había sido del todo malo, pero se había quedado porque aquella noche era Jueves Santo y la visita los Sagrarios de algunas señoras. Con posibilidades económicas le daba oportunidad a duplicar la suma de quetzales que durante el día había ganado.

Pensó en su familia en la idea de llevarlos al siguiente día a ver las procesiones al centro de la ciudad.

La 20 calle que la tenía al lado y la apreciación de la avenida del cementerio silencias, las dos vías en toda su grandeza le hicieron dudar por un momento de los pronósticos, que momentos antes hacía hizo cuentas que en otros años a esa hora ya llevaba hasta dos carreras y esperaba la tercera.

Terminó de leer el diario, lo puso en su guantera y vio nuevamente su reloj. Para todo esto ya eran las 9:30 de la noche, entonces optó que sería mejor retirarse. De repente vio la escultural silueta de una mujer que caminaba pegada al cementerio. Ante esto, Enrique no dudo en abrir la puerta de su taxi para indicarle a la mujer que tenía servicio libre. La dama sonrió levemente como indicando que la espera no había sido en vano. El hombre salió de inmediato y la invitó a pasar a lo que la mujer entró al asiento trasero.

El hombre subió a su auto, cerró la puerta y arrancó el automotor, el cual tomó marcha sobre la avenida del cementerio con dirección al centro. Al preguntarle a la pasajera su destino, ella indicó que quería ir a los sagrarios, por lo que indicó cuál sería su recorrido. Empezando por San Francisco, luego iría a El Calvario, continuando por las Beatas de Belén, posteriormente Capuchinas, bajarían a Santo Domingo, aprovechando pasarían por San José y finalizarían en La Merced. Pero la mujer comentó que si era posible incluir el sagrario de la catedral se lo agradecería. Tomando en cuenta el itinerario, el taxista llegó a su primer parada. Tras cumplir prosiguieron por la ruta, la cual ya se encaminaba sobre las 11:00 p.m. Al concluir la jornada del viaje, don Enrique le preguntó a la dama dónde la dejaba y ella le dijo que en el cementerio.

Ya casi al llegar, la pasajera le indicó al taxista que la dejara cerca de la entrada del cementerio. Al estacionarse, la mujer se disculpó con una medalla de oro pues no llevaba dinero para pagar. Además, le dio un papel con una dirección indicando que ahí le pagarían el viaje.

Con estas indicaciones, el señor en efecto fue a dicha dirección. Ante el asombro de todos en esa casa por la historia del taxista una señora habló con él diciendo que le pagaría, pues la cadena la llevaba puesta su hija que había muerto 9 días antes. La familia le mostró una foto de la difunta a don Enrique, no dudó en afirmar que era la pasajera que había visitado los siete sagrarios. Algunas personas allegadas a don Enrique contaban que el señor se volvió loco después de ese día.

Texto: Hector Gaitán. La Calle donde tú vives (Guatemala.com)

Esta es una de las leyendas que giran en torno a la Semana Santa guatemalteca, contadas por el fallecido Hector Gaitán.